Cada niño tomó su píncel y recreó con su inocencia su casa.
Este mirador que va trepando las montañas de Medellín y que está surcado por decenas de casas fue el escenario ideal para dejar volar la imaginación de los pequeños que nos acompañaron soñando, anhelando o suspirando por su casita.
Gran reto este muro, pero con la alegre colaboración de estos niños soñadores se convirtió en "muro comido" y este irradió alegría sobre la Comuna 2, Santa Cruz, que para finales del año pasado se desangraba en una violenta guerra, que no opacará la decisión de sus habitantes de volver a respirar paz a su andar.
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